martes, 12 de diciembre de 2023

«La llamada», un thriller de Chris Carter

 

El detective de homicidios Robert Hunter protagoniza su octava aventura en «La llamada», una historia de suspense y terror donde se enfrenta a un asesino en serie. El modus operandi del sanguinario psicópata consiste en realizar una videollamada. El receptor verá en pantalla a algún familiar o conocido atado a una silla, y el asesino realizará unas preguntas. En caso de respuesta errónea, torturará a la víctima y pasará a la siguiente pregunta. Eso, claro está, mientras la víctima siga con vida.

El argumento recuerda en su esencia a sagas de la gran pantalla como «Scream» o «Saw». Conseguir ese mismo efecto en una novela requiere una redacción tan eficaz que consiga que el lector olvide que está leyendo y visualice con la imaginación todas las escenas, y Chris Carter lo consigue gracias a una forma de narrar muy acertada. Ritmo, detalle y profundidad casi en su justa medida a lo largo de noventa y seis capítulos. Ese es el verdadero punto fuerte de esta novela y lo que lleva al lector a esa inmersión de casi quinientas páginas. La lectura transcurre con fluidez y más allá de la acción normal y previsible, la sorpresa la encontramos en los procesos deductivos del protagonista, el inspector Hunter, así como en la documentada descripción de los métodos de investigación. Todo de un modo tan original que no va ni en la línea de los habituales casos científicos a lo C.S.I., ni tampoco hacia el más que trillado modelo de detective perspicaz por encima de lo normal como Aloysius Pendergast y demás derivados sherlockianos. El perfil de Robert Hunter es sólido y creíble, pero sobre todo nuevo, más cercano, diríase que más creíble, por lo que el lector no cae en la clásica comparativa con otros famosos investigadores de ficción. En un determinado interludio, hacia el meridiano de la novela, el autor nos refresca la memoria al respecto de extraordinaria capacidad de observación y peculiar sistema de deducción de su protagonista, casi siempre con un primer escalón de intuición descarada y nada ortodoxa y los subsiguientes peldaños asentados en lo científico. Quizá ese interludio sea lo único forzado que se encuentra en toda la novela, posiblemente por la obligación de realizar un leve repaso a los orígenes y circunstancias especiales de Hunter (recordemos que es su octava novela). Es un detective que destaca, es introspectivo, reservado y con un coeficiente intelectual elevado, pero el autor no sobredimensiona a su protagonista, sino todo o contrario. A ojos de la oficial superior y de su compañero García, Hunter más bien resulta un detective eficaz, pero sin desmarcarse de la media. En cambio, tendremos la oportunidad de saber qué pasa por la mente del inspector y apreciaremos esos valores que lo erigen en el papel principal de la saga.

Gracias al punto de vista de Robert Hunter descubrimos que el policía no está ante una historia más de asesinatos. Leerá detalles de la investigación, de la recogida de pruebas y de la práctica de autopsia a los cadáveres de las víctimas a un nivel nada habitual en estas novelas. También acompañaremos al protagonista en un proceso deductivo que a veces lleva al desconcierto y a la desorientación. Y más allá de la investigación, el lector también sufrirá la crueldad del juego del asesino, asistirá al horror del crimen por videoconferencia y será casi imposible no ponerse en la piel de los personajes, acelerar la lectura y maldecir al psicópata que se oculta tras una máscara de demonio por el chantaje mortal que lleva a cabo.


Tanto la forma de actuar de Robert Hunter como la riqueza de detalles en la investigación, tienen una explicación relacionada con el perfil del autor.

Cabe aclarar que este Chris Carter no es el guionista y productor de «Expediente X». El autor homólogo de esta novela es un escritor brasileño de ascendencia italiana que estudió en Estados Unidos la carrera de psicología en su especialidad de criminología. Al finalizar los estudios, Carter ejerció como especialista con la consiguiente oportunidad de vivir en primera línea circunstancias similares a las que Robert Hunter afronta en las novelas. La primera entrega de esta saga fue «El asesino del crucifijo», y el éxito fue notorio hasta el punto de destacar como bestseller de The Sunday Times en 2009.

A pesar de su gran éxito internacional, esa sería la única novela publicada en España como libro de bolsillo. Eso sucedió en 2010 por medio de Vía Magna Ediciones, sello ya desaparecido del mercado desde hace más de una década. Y así, con una única entrega en el mercado, fue Jenga Books quien consiguió los derechos para las ediciones en castellano, danés y sueco. Ahora se puede adquirir la saga completa en formato digital y audiolibro, sin estar disponible todavía la edición física de impresión bajo demanda.


Para su evaluación, recurrimos tanto a la versión escrita como al audiolibro en lectura alternada o compaginada. Esto permitió detectar que la versión en audio (una producción a celebrar por una excelente realización técnica) mejora o corrige con acierto y en múltiples ocasiones ciertas frases de la versión escrita. No se trata de oraciones excesivamente desafortunadas, pero sí corregidas, traducidas y adaptadas al castellano de nuevo con gran acierto. En cuanto a lo ortotipográfico, en alguna ocasión muy puntual se detecta un abuso del pluscuamperfecto, frases muy forzadas, así como repeticiones y aliteraciones.

En general, es una obra bien traducida y corregida, pero en un ocho sobre diez en el aspecto técnico por esos accidentes puntuales. Leo frases tal cual «expediente personal de la persona» o «había sido la acción que había ocasionado el deceso de (...)», todo fruto de una traducción excesivamente literal.


La obra tiene una extensión notable, por lo que un total de noventa y seis capítulos invita al autor a una reformulación ocasional, es decir, a dedicar algún que otro momento a resumir hechos ya narrados y refrescar así la memoria del lector. Todo un acierto como técnica narrativa siempre que no sea en exceso. Pero Chris Carter sí se excede, especialmente en el último tercio de la obra, y muy especialmente al final de la misma. Ahí, punto negativo.


Se echa en falta una presentación más profunda de los agentes protagonistas Robert Hunter y su compañero Carlos García. La obra se puede leer de forma independiente respecto a novelas anteriores, pero eso no quita que se eche de menos una introducción más detallada de los que van a ser los protagonistas principales de la historia, por redundante que sea para los fieles lectores de la colección.

No es así el caso de un personaje secundario y nuevo por completo en la saga «Robert Hunter». Se trata del señor J, que adquiere una dimensión mucho más importante de lo que pareciera en un inicio. Tanto es así, que se convierte en una de las grandes virtudes de esta novela y, a buen seguro, en uno de esos personajes secundarios que uno no olvida y llega a recordar casi más que al propio protagonista por motivos que cada lector debe descubrir por sí mismo.


«La llamada» es una lectura dinámica con una premisa más que familiar para los amantes del género de terror y suspense. Y ante el previsible «más de lo mismo», Chris Carter consigue ser original tanto por su narrativa, por sus personajes y por todo ese «extra» que consigue aportar gracias a su experiencia profesional.

Título: La llamada

Autor: Chris Carter

Edición en castellano

Edita: Jentas Books. 

Lanzamiento: 14 de Junio de 2023

Edición original: «The Caller», Simon & Schuster. Febrero de 2017.

486 páginas

Versión Kindle: 4,27 €


sábado, 9 de diciembre de 2023

La frontera final

 No comprendo cómo ha pasado tanto tiempo hasta que por fin me haya decidido a escribir una novela de ciencia ficción. No tiene sentido. Mi género favorito por excelencia es este en el que viajamos con la imaginación a otros mundos, al futuro, a las estrellas... Me pasé toda mi adolescencia admirando a Isaac Asimov y a esa extraordinaria facilidad que tenía para transportarme a un mundos futuros. El maestro Asimov fue quien antes de que cumpliera los dieciocho, me dejó claro que yo quería escribir como él, con esa fluidez y naturalidad.

Hace nada leí su último libro de memorias y, para qué negarlo, me emocioné como hacía tiempo no lo hacía.
Y es raro, como decía más arriba, que haya tardado tanto en escribir una aventura de ciencia ficción, y en cambio no haya tenido reparos en escribir sobre bárbaros, superhéroes, héroes de universos steampunk o aventuras de acción policial, artes marciales y casos paranormales. Quizá se trataba de respeto.
Quizá temía fallar en un género que admiraba tanto.
O quizá es que tenía que llegar esta colección en este momento.
Muy probablemente era eso: debía llegar mi frontera final particular.


Asimov tenía un don especial. Era capaz de explicar lo más complejo de forma amena y comprensible. Si buscamos en una enciclopedia la palabra  «locuaz», debería aparecer al lado la fotografía de Asimov. Pero no es el único a quien admiro en la ciencia ficción, pero tranquilo que la cosa no va de soltarte ahora un listado de autores preferidos de la ciencia-ficción.
A lo que me refiero es que imagino una novela de ciencia ficción como algo similar en su narración a Asimov, y en cuanto a contenido (aquí igual sorprendo a alguien) la cosa va más en otra dirección.
Sea como sea, ojalá mi novela llegue a gustar a los lectores que se adentren en esa aventura siquiera un 15% de lo que yo sentía con aquellas historias de Robots y Fundaciones.
Y sí, otra vez estoy divagando.
Me centro, que ahora quizá viene la parte que esperabas.

La novela en cuestión se titula  «Huida en el cinturón de asteroides», y forma parte de la tercera entrega de la colección  «Bolsilibros Yeray», tal como ya anuncié hace poco en la sección de noticias. El caso es que el director de la colección, Carlos Díaz Maroto, me pidió hace unas semanas que escribiera un breve texto para incluir en la introducción de la entrega.
Y, claro, quienes me conocen ya saben que lo mío no es la brevedad, y menos cuando me encuentro disertando a gusto de lo que cosas de las que me apetece hablar.
Total, que en lugar de entre cuatro u ocho líneas, recibió cuarenta y tantas que, como es lógico, no aparecerán en esa introducción. Con toda la gentileza y delicadez posible, Carlos me pidió un nuevo texto más escueto. Cumplí con mi encargo y el resultado aparecerá en ese libro cuya portada y fecha de lanzamiento desconozco, pero sí anticipo que será dentro de muy poco.
Ahora bien, el texto desechado por extensión aquí sí tiene su cabida y puede ayudar a dar una buena pincelada sobre el contenido de  «Huida en el cinturón de asteroides».
Hagamos la prueba y a ver qué os parece.




El reto de empezar una novela de ciencia ficción resulta más complicado de lo que parece. Y no lo digo en primera persona, pues tras leer las últimas memorias de Isaac Asimov he comprobado que no soy ningún bicho raro, o mejor dicho, que como mínimo ya somos dos bichos raros. Y dudo que no haya más, por supuesto. Pero acabo de empezar y ya estoy divagando, así que intentaré centrarme.
Antes de poder empezar a escribir la aventura de ciencia ficción asentada en algún momento de los siglos venideros, hay que crear un futuro creíble. Y cuando tienes todo bien montado, entonces empiezas a escribir la aventura de turno que quieres contar a los lectores. Es un buen trabajo de fondo, pero necesario, pues el lector tiene un sexto sentido capaz de diferenciar una fantasía futura bien o mal construida. Y como le falles en eso, cerrará el libro y te condenará al rincón de los libros ignorados.

Mis referentes en la ciencia ficción no son nada originales: Star Trek, Alien, Blade Runner y, por supuesto, Firefly. También disfruté muchísimo con todas y cada una de las novelas de Asimov, pero si hablamos de lo que me gustaría escribir, hay que centrarse en esos ejemplos para entenderme y dejar de lado robots y fundaciones.
En todos y cada uno de esos ejemplos, hay un trasfondo, un tablero de juego, una historia futura. Y lo que no iba a hacer es emplear el primer capítulo para soltar un tostón sobre la nueva situación política y social de ese mundo futuro. Eso sería un suicidio cara al lector equivalente a ver un documental de la sábana africana a la hora del café dominical.
En contrapartida y como ya dije antes, ese futuro tenía que estar muy bien definido. Se iba a convertir en "mí" futuro para desarrollar en él aventuras que fuesen todo lo divertidas y trepidantes que pudiera, con toques de humor y acción, y una trama que tuviera lo que yo llamo "sustancia". Así que escribí y diagramé para mí ese tostón que el amigo lector se va a ahorrar, una historia futura muy desarrollada que sí existe y que necesitaba para que una vez comenzara a narrar la aventura, esta transitara sobre cimientos sólidos.
Daré dos pinceladas, pero que no cunda el pánico: frenaré antes de que nadie bostece.
En ese tiempo futuro, Marte y el cinturón de asteroides están habitados por el hombre, y a su vez existen las llamadas Naciones Orbitales que orbitan (de ahí su nombre, claro) cerca del cinturón de asteroides y en cuyo interior habita gran parte de la humanidad. Porque cuando digo que las Naciones Orbitales son inmensas, me refiero a eso: MUY grandes.
En ese futuro, la Tierra está hecha un asco y las lunas de Júpiter aún no están colonizadas, pues es la gran asignatura pendiente de la humanidad. Y por si no lo habías deducido, no existe una sola nación, sino que somos tan idiotas que seguimos divididos en varias naciones. Y así nos va.
Respecto a los protagonistas, los fui creando uno a uno y recurrí a una imaginaria entrevista con cada uno de ellos para que me explicaran quiénes eran y cómo llegaron a meterse en semejante lío. John Barton, por ejemplo, es minero y, aparte, gana un extra compitiendo en el ring en un antro llamado "Fist of Rock". Si alguna vez queréis visitarlo, está en el asteroide Palas. Tenéis que coger el metro subterráneo y os bajáis en el Hole-8. O por lo menos así era la vida de John hasta que sucedió lo que vais a leer en las páginas de esta novela.

John no estará solo en esta aventura, pero prefiero no desvelar quién más le hará compañía ni cómo sucederá el encuentro, pues eso forma precisamente parte del espectáculo. Eso os lo dejo a vosotros, pues creo que mi intervención a lo Rod Sterling debe acabar aquí.
Así que siguiendo el hilo de lo que reza el título, bienvenidos al cinturón de asteroides y abrochaos los cinturones, pues en cualquier momento vais a tener que salir volando.